¡Cuidado con el elefente blanco!: Cómo los principios de las startups pueden servir para la innovación corporativa
El elefante blanco, además de ser un animal poco común, es una metáfora habitualmente usada para referirse a construcciones, iniciativas o proyectos que tienen un alto costo, pero un bajo aporte de beneficios. Un buen ejemplo es el reflejado en la película argentina con este mismo nombre, en que Ricardo Darin interpreta a un cura luchando por mejorar las condiciones de un asentamiento informal en Buenos Aires, teniendo como telón de fondo un enorme hospital abandonado, estructura muy costosa y llena de promesas, que quedó a medio construir: el elefante blanco. Si bien la película poco y nada tiene que ver con la innovación corporativa, lo que representa esta figura y sus peligros son algo a lo que el mundo de la innovación no es ajeno.
Un gran riesgo al momento de implementar estrategias de innovación corporativa es invertir mucho tiempo y recursos para armar una estructura, iniciativa o proceso que finalmente nadie use, que no tiene una utilidad real, o que no cumple con las expectativas originales. Es aquí donde la metodología Lean Startup, puede (y en mi opinión, debe) ser aplicada o al menos considerada cuando hablamos de innovación corporativa.
Esta metodología enfocada en startups cuya finalidad original es el desarrollo de negocios y productos, tiene como objetivo acortar sus ciclos de desarrollo, bajando la cantidad de recursos o gastos iniciales que deben hacerse y reduciendo los riesgos. ¿Cómo? A través del testeo, validación e iteración.
Llevándolo al terreno de la innovación corporativa, se plantea una iniciativa por ejemplo de vinculación con startups, y se crea una primera versión de esta iniciativa que recoja los elementos esenciales que se buscan, para conseguir con bajo esfuerzo la mayor cantidad posible de validación y retroalimentación de los actores relevantes (sería el Producto Mínimo Viable (PMV) de la iniciativa). Con esto se validan las hipótesis iniciales, a través de un proceso de aprendizaje rápido que permita ir ajustando y creciendo. Así tomamos el PVM de la iniciativa, testeamos, validamos, recibimos retroalimentación, e iteramos. Luego, repetimos y seguimos creciendo y avanzando.
Se trata de una metodología simple y conocida, pero no siempre utilizada, sobre todo fuera del mundo startup.
Ya sea que se trate de una startup con una idea o de una gran empresa que quiere ejecutar nuevas iniciativas de innovación, siguiendo este circuito de “crear, medir, aprender” se logra minimizar los riesgos y costos iniciales, asegurando que los recursos sean invertidos de la mejor manera, evitando así al temido elefante blanco.